En mi niñez, recuerdo recibir aretes tejidos a crochet por parte de una tía abuela. En ese momento sólo me parecían un lindo accesorio, jamás imaginé el valioso pasado y futuro que había contenido en ello... Pero no, no aprendí a tejer entonces.
Seis años después, producto de una tarde de ocio y una abuela todóloga (maestra, repostera y sí, también tejedora de crochet), pude tejer mis primeras cadenetas. Los recursos fueron un rollo de hilo pabilo y un ganchillo tulip de aluminio. Y en cuestión de días, el internet me reveló que podía tejer figuras animadas: Tímidamente, y a través de un tutorial de onigiri, entré al mundo de los amigurumis. Entonces pasé días, meses y años de idas y vueltas, de tejer figuras con hilo pabilo y ofrecer algunas en pequeños eventos y a conocidos. Casi las regalaba: por supuesto, no sabía asignar un precio, y sólo eran un ingreso extra.
 |
Mis primeros amigurumis, directos del baúl de los recuerdos |
Pasaron unos años más, las cosas cambiaron y me mudé a otro país. Fueron tiempos difíciles, y durante dos años no toqué una aguja de tejer. Volver a mi país me permitió retomar esa pasión, y en plena pandemia también significó un ingreso: Comencé a trabajar para un grupo tejiendo bordes en trajes de baño. Y se mantuvo por temporadas durante tres años. Ese trabajo fue un salvavidas en medio del desolador escenario pandémico, no sólo económicamente; el dedicar horas a tejer me permitió asimilar situaciones personales muy angustiantes que viví en la pospandemia.
Durante ese tiempo nunca me promocioné abiertamente, pero esporádicamente las personas que sabían que tejía llegaban con pedidos. También incursioné en hacer una dupla de tejidos con mi mejor amiga, pero no resultó. Creo que yo no estaba lista.
Finalmente, a inicios de 2023 comencé a concebir la idea de que quizá podría asumir ese proyecto. El emprendimiento de mi hermano menor y su constancia fueron una inspiración crucial para ello. Entonces comencé a planificar, investigar y comprar materiales... Incluso apunté un nombre, "Crochet Fleuri", y encargué un logotipo adecuado. Y vino ese eterno posponer de la primera publicación... Hasta que salió. ¡Dios mío, salió! Les juro que ese primer post en Instagram se sintió como arrojarme al vacío, casi vomitaba por el nerviosismo y el terror ante el inminente fracaso (al menos así me sentí). Pero lo hice. Aterrada, emocionada, al borde de las lágrimas, pero lo hice. Y sorprendentemente, tuve un par de ventas inmediatas. Nunca olvidaré a mi primera clienta, aún me sigue encargando cosas.
Pero el emprendimiento es un subir y bajar, y luego de esas primeras ventas demoré meses en recibir nuevos pedidos. Sin embargo, me mantuve constante. Entonces entendí lo importante de dedicarse a la pasión: no me sentía perdida porque aunque fuera para stock, seguía tejiendo y aprendiendo. Y bueno, luego comenzaron a llegar pedidos. Pedidos sencillos, pedidos más complejos... Y mientras tejía y asumía nuevos retos, mejoraba, aprendía y exploraba mi verdadero potencial. Y eso me llenó tanto. En el año y un poco más que lleva mi emprendimiento, he creado cosas que hace dos años había considerado imposibles. También he entendido que la dedicación es reconocida y recompensada, y eso me llena muchísimo.
Este año me atrevo a más y doy grandes pasos, que nuevamente asumo con nerviosismo pero sobre todo entusiasmo, porque he descubierto en el crochet una comunidad hermosa y con mucho para dar. Así, aquí te presento este, mi blog sobre crochet. Por esta vía compartiré algunos patrones propios (sí, estoy aprendiendo a crearlos en pdf, qué reto y qué emoción). También estoy trabajando en tutoriales para Youtube, que sean medio y soporte de enseñanza. Y eso es todo. Pasito a pasito voy desarrollando esta pasión. Por el momento, te dejo una fotografía en uno de los últimos eventos a los que asistí con Crochet Fleuri. Me llamo Mariana, por cierto. Y es una bendición compartir esto contigo.
¿Y tú, cómo comenzaste a tejer? ¿Y qué significa el crochet para ti?